miércoles, 12 de septiembre de 2012


Método positivo experimental

La aportación más significativa de Cubí y Soler reside en el ámbito metodológico, ya  que  fue  uno  de  los  pocos  autores  que utilizó  un  método  positivo  experimental, llegando a realizar incluso meritorios trabajos de campo en determinadas comarcas en las que se apreciaban elevadas tasas de bocio e imbecilidad.  Cubí y soler consideraba al delincuente como un enfermo necesitado de tratamiento. Optando, en términos políticocriminales,   por  fórmulas  claramente  prevencionistas,  como  buen  frenólogo,  trató  de localizar  en  diversos  lugares  del  cerebro  las  facultades  y  potencias  del  ser  humano, incluídas  las  criminales.  Y  anticipó  planteamientos  genuinamente  antropológicos al asociar el delincuente nato, con el denominado tipo hipo-evolutivo.  Lo  mismo  sucede  con  las  investigaciones  en  el  campo  de  la  Psiquiatría,  cuyo fundador  Pinel  (1745  1826),  realizó  los  primeros  diagnósticos  clínicos  separando  los delincuentes de los enfermos mentales; debiéndose recordar también la obra de Esquirol (1772 1840) que elaboró las categorías clínicas oficiales vigentes en el siglo XIX; Prichard y Dispone,  que  formularon  la  tesis  de  la  locura moral  del  delincuente; Y,  por  último, Morel  (1809  1873),  para  quien  el  crimen  es  una  forma  determinada  de  degeneración hereditaria, de  regresión  y  la  locura moral  un mero  déficit  del  sustrato moral  de  la personalidad.

La antropología aparece estrechamente unida a los orígenes de la Criminología, destacando  los  estudios  sobre  cráneos  de  asesinos  de  Broca  o  Wilson  y las investigaciones de Thompson  sobre numerosos  reclusos. Abonan  todas  ellas  la  tesis de Nicholson  de  que  el  criminal  es  una  variedad  mórbida  de  la  especia  humana.  Debe mencionarse  también a Lucas (1805 1885), quien enuncia el concepto de  atavismo,  y  a Virgilio, quien dos años antes que Lombroso utiliza el término de criminal nato; a Dally (1833 1887); Maudsley  (1835 1918) Manouvrier (1880 1927) Quatrefages (1810 1892) y otros.   Particular relevancia tuvo la obra de Darwin (1809 1882). Tres de sus postulados serán  asumidos  por  la  Escuela  Positiva:  la  concepción  del  delincuente  como  especie atávica, no evolucionada; la máxima significación concedida a la carga o legado que el individuo recibe a través de la herencia; y una nueva imagen del ser humano, privado del señorío y protagonismo que le confirió el mundo clásico.

Por decirlo con palabras de Ferri: El darwinista sabe que siente que el hombre no es el rey de la creación, como la tierra no es el centro del universo; el darwinista sabe y siente y enseña que el hombre no es más que una combinación transitoria, infinitesimal de  la  vida;  pero  una  combinación  química  que  puede  lanzar  razón  de  locura  y  de criminalidad, que puede dar la irradiación de la virtud, de la piedad, del genio, pero no puede ser más que átomo de toda la universalidad de la vida.

Especial  interés  tiene  la  llamada  Estadística  Moral  o  Escuela  Cartográfica, cuyos principales representantes son Quetelet (1796 1874), Guerry (1802 1866), V. Mair, Fregier  y  Mayhew,  genuinos  precursores  del  positivismo  sociológico  y  del  método estadístico, quienes aportan  la  concepción del delito  como  fenómeno  colectivo  y hecho social  –regular  y  normal-  regido  por  leyes  naturales,  como  cualquier  otro  suceso,  y requerido de un análisis cuantitativo.

A comienzos del siglo XIX no preocupaban ya en Europa los excesos del sistema penal,  sino  el  incremento  de  la  criminalidad  y  los  agobiantes  problemas  sociales derivados  de  la  revolución  industrial,  que  pugnaban  con  el  diagnóstico  optimista  y esperanzado de la Ilustración. Era  imprescindible,  pues,  analizar  y  explicar  de  otro modo  la  preocupante  desorganización  social  y  adoptar  medidas,  en  consecuencia, basadas en el conocimiento empírico, que restablecieran el bienestar social y moral de la comunidad.  El  tránsito  de  la  estadística  primitiva,  rudimentaria,  a  la  estadística científica tuvo lugar a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, siendo decisivo el nuevo modelo de Estado moderno centralizado que introduce los registros del estado civil cuyos datos sirvieron de base a los censos de población. 

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