LA
ESCUELA POSITIVA.
El factor aglutinante del positivismo criminológico es
el método empírico inductivo o inductivo experimental
que propugnan sus representantes frente al análisis filosófico metafísico
que reprochaban a
la Criminología Clásica.
Dicho método se ajustaba
al esquema causal
explicativo que el
positivismo propuso como
modelo o paradigma de ciencia.
Los postulados de la Escuela Positiva pueden sintetizarse así, en contraposición a los
de la escuela Clásica: el
delito se concibe
como un hecho
real e histórico, natural, y no
como ficticia abstracción jurídica; su nocividad deriva no de la mera contradicción de la ley
que él mismo significa, como de las
exigencias de la vida social,
incompatible con ciertas
agresiones que ponen
en peligro las
bases de ésta;
su estudio y comprensión
son inseparables del
examen del delincuente
y de la
realidad social de éste; interesa al positivismo la etiología del
crimen, esto es, la identificación de sus causas como fenómeno, y no
simplemente la génesis del mismo, pues lo decisivo será combatirle por su
propia raíz, con eficacia y, a ser posible, con programas de prevención realista
y científicos; la finalidad de la ley penal no es restablecer el orden
jurídico, sino combatir el fenómeno
social del crimen,
defender la sociedad,
el positivismo concede prioridad al estudio del delincuente,
sobre el examen del propio hecho de éste, por lo que cobran particular
significación los estudios
tipológicos y la propia concepción
del criminal como subtipo humano en todo caso diferente de los demás
ciudadanos honestos, siendo esta diversidad
la propia explicación de su
conducta delictiva. El positivismo es determinista,
califica de ficción la libertad humana y fundamenta el castigo en la idea de la responsabilidad social
o mero hecho de
vivir en común.-
Mientras la Criminología Clásica,
por sus connotaciones con el pensamiento iluminista, adoptó una postura crítica
frente al ius puniendi estatal, el positivismo criminológico carece de tales
raíces liberales; propugna un claro Anti Individualismo proclive a absolutizar
sin crítica alguna el orden
social, a sobreponer
la rigurosa defensa
de éste a
los derechos del individuo
y a diagnosticar
el mal del
delito con simplistas
acusaciones a factores patológicos (sobre todo el
individuo) que exculpan de antemano a la sociedad. La
antropología de Lombroso.
Lombroso (1835 1909)
representa la directriz antropológica. Su obra “Tratado
Antropológico experimental del hombre delincuente”, publicada en 1876, marca los orígenes de la
moderna Criminología, siendo considerado como el fundador de ésta.
Médico, psiquiatra, antropólogo,
político, fue un
hombre polifacético y genial, como lo demuestra su prolija obra que abarca temas médicos (vg. Su
“Medicina legal”), psiquiátricos (“Los avances
de la Psiquiatría”), Psicológicos
“El genio y la locura”, demográficos
“Geografía médica”, criminológicos “El
hombre delincuente” políticos “los
dos volúmenes aparecidos
en “Avanti”, órgano
difusor del Partido
Socialista italiano de los
trabajadores, al que
perteneció Lombroso), e
incluso históricos, astrológicos
y espiritistas. En total, más de seiscientas publicaciones.
La aportación principal
de Lombroso a la
Criminología no reside
tanto en su famosa
tipología (donde destaca
la categoría del
delincuente nato o
en su teoría criminológica, como en el método que utilizó en sus investigaciones: el
método empírico. Su teoría del
delincuente nato fue
formulada a la
vista de los
resultados de más de cuatrocientas autopsias
de delincuentes y seis
mil análisis de
delincuentes vivos; y el atavismo que,
a su juicio,
caracteriza al tipo
criminal. Contó con el estudio minucioso de veinticinco mil reclusos
de cárceles europeas. Desde un
punto de vista
tipológico, distinguía Lombroso
seis grupos de delincuentes: El nato (atávico), el loco
moral (morbo), el epiléptico, el loco, el ocasional y el pasional, tipología
que enriquecería, posteriormente, con el examen de la criminalidad femenina (La
Doña Delincuente) y el delito
político (el crimen
político y las revoluciones). En todo caso, Lombroso
mitigaría sus iniciales planteamientos tipológicos con su
obra, de madurez,
“El crimen, causas
y remedios”, obra
que implica el reconocimiento de la trascendencia de
factores sociales y exógenos en el delito.
En cuanto a la teoría Lombrosiana de la criminalidad, ocupa un lugar
destacado la categoría del delincuente “nato”, esto es, una subespecie o
subtipo humano (entre los seres
vivos superiores pero
sin alcanzar el
nivel superior del
“homo sapiens”, degenerado, atávico
(producto de la
regresión y no
de la evolución
de las especies), marcado por una serie de estigmas que le
delatan e identifican y se transmiten por vía hereditaria. Lombroso inició
sus investigaciones
antropológicas a raíz de
los hallazgos que creyó encontrar al examinar el cráneo de un conocido
delincuente (una larga serie de anomalías atávicas, sobre todo una enorme fosa occipital media y una hipertrofia del verme, análoga
a la que se encuentra
en los vertebrados
inferiores). Y basó
el atavismo o carácter
regresivo del tipo
criminal en el
examen del comportamiento de ciertos
animales y plantes,
en el de
tribus primitivas y
salvajes de civilizaciones aborígenes e, incluso, en ciertas actitudes
de la Psicología infantil profunda.
A su juicio, el delincuente padece una serie de estigmas degenerativos
corporales, psicológicos y sociales (frente huidiza y baja, gran desarrollo de
los arcos supraciliares, asimetrías craneales, fusión
de los huesos
atlas y occipital,
gran desarrollo de los pómulos, orejas en
forma de asa,
tubérculo de Darwin;
Uso frecuente de
tatuajes, notable analgesia
o insensibilidad al dolor,
inestabilidad afectiva, uso
frecuente de una determinada jerga o lenguaje, altos índices de
reincidencia, etc.)
En su teoría de
la criminalidad, Lombroso
interrelaciona el atavismo, la
locura moral y la epilepsia: el criminal nato es un ser inferior,
atávico, que no ha evolucionado; igual que un niño o un loco moral,
falto aún de la necesaria
apertura al mundo de los valores, individuo que,
además, padece alguna
forma de epilepsia,
con sus correspondientes lesiones
cerebrales. La
tesis Lombrosiana ha sido muy
criticada desde los más
variados puntos de vista.
Se reprocha a
Lombroso su particular
evolucionismo, carente de
toda base empírica, ya que ni el
comportamiento de otros seres vivos es extrapolable al hombre, ni siquiera se
ha demostrado la
existencia de tasas
superiores de criminalidad
entre las tribus primitivas, sino
todo lo contrario. Suele censurarse, también, el supuesto carácter atávico del
delincuente nato y el significado que Lombroso atribuye a los estigmas, a su
entender, denegerativos. No
parece que exista
correlación necesaria alguna
entre los estigmas y una
tendencia criminal. No es difícil encontrar en cualquier individuo alguno de
estos rasgos, sin que ello tenga una explicación atávica y ancestral, ni mucho
menos, criminógena. Por el contrario,
es una evidencia
que ni todos los
delincuentes padecen tales anomalías
ni los no
delincuentes están libres
de ella. No
existe, pues, el
“tipo criminal”, de corte antropológico, diferente de cualquier otro
individuo no delincuente, dotado de determinadas señas de
identidad que le delaten. Ni es
correcto examinar el crimen
desde la sola
óptica del autor,
prescindiendo de la
relevancia de factores exógenos, sociales, etc.
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