miércoles, 26 de mayo de 2010

Crisis por desmembración de la familia

Crisis por desmembración de la familia
Empíricamente, no hay prueba de la incidencia de la variable del desmoronamiento familiar, o de los efectos causados por la familia incompleta sobre la criminalidad; sin embargo, es nuestra hipótesis que las leyes del condicionamiento y de la educación, según vimos, tienen su más decisiva eficacia dentro del ámbito familiar.
Debe merituarse, cuidadosamente, que sólo en este ámbito familiar pueden seguirse sistemática y continuadamente los modelamientos de la conducta. Pero, además, allí se forman, aunque hoy más deficientemente, las estructuras basales aprendidas que hacen las veces de piso sobre el cual subyacen los impulsos potenciales y direccionalmente inespecíficos de la especie biogenética.
El piso está constituido por estructuras impulsivo motivacionales formadas por la educación postnatal; éstas dan sentido y dirección a las pautas hereditarias y arrancan de inicio el ovillo de la filogénesis.
El joven se orienta con un rumbo y con un repertorio de necesidades y de medios de logro, instrumentales operantes. Ya modelado el joven, filtrará el estímulo subsiguiente, aceptando o rechazando las orientaciones con las que se enfrenta; de esta manera va a rendir examen en la compleja interacción social, tales como la escuela, los amigos, etc.
Se ha observado que en los historiales criminales sobresalen las variables de los conflictos familiares: padre criminal o bebedor; madre licenciosa; padres enfermos, sin trabajo, divorcios, etc. Como bien se señala, la perdida precoz de los padres y las relaciones críticas entre éstos constituyen una mala base en la educación.
Si se atiende a las reglas de modelamientos, educación o condicionamiento se sabe que éstos operan por señales verbales, tales como los consejos, así como por el ejemplo de los padres, modelo conductual y, finalmente, por la concordancia entre éstos y el reforzamiento de aprobación o desaprobación, lo cual va a ser puesto a prueba pronto fuera del hogar.
Claro que la ley general dada, que obedece a conclusiones derivadas de pruebas moleculares y controladas, no es sino una regla que indica lo que debe y no debe hacerse, sin pretensión mecanicista. Y también es cierto que existen disposiciones constitucionales más o menos favorables o adversas.
Crisis entre la familia y
El medio en los modelamientos sociales
En un punto crítico, cuando las normas, los valores y significaciones sociales, la conducta emitida por los demás y los efectos de nuestra propia conducta pierden su correspondencia, el aprendizaje criminal halla su campo más propicio.
Existen unos modelamientos sociales de la conducta criminal. En su aprendizaje familiar, individual y sociocultural, el niño va analizando, siguiendo leyes que se llaman de refuerzo, todas las relaciones causales que le son de interés significativas y, al mismo tiempo, las consecuencias de su propia conducta, esto es: cuál es premiada y elogiada, refuerzo positivo; cuál es desaprobada o castigada, refuerzo negativo; cuándo cesa de ser desaprobada, refuerzo positivo por retiro de la aversión, o de ser aprobada, refuerzo negativo por retiro del positivo. Además de lo ya dicho, el niño y el joven observan la correspondencia de las señales y refuerzos en la conducta de los mayores, por ejemplo, si el ladrón es efectivamente desaprobado o si el ladrón es admirado por la obtención de una gran fortuna y por su aprendizaje de evitación del castigo;
El joven no es solo producto de una educación familiar; en efecto, existe una pluralidad de agentes de socialización, pero ello no invalida en absoluto el papel y las leyes de los modelamientos familiares, ni obsta a la formación de estructuras filtro o basales, los que conforman la disposición aprehendida, con direccionalidad y sentido, por oposición a la predisposición genética sobre la que aquélla actúa.
Orfandad, divorcio, desocupación y delito
Por lo visto se comprende que todo aquello que debilita el modelo familiar, la autoridad paterna, la unión conyugal y la estabilidad de la familia, deteriora la enseñanza del hogar, dando lugar a experiencias ambivalentes y a un vacío en la educación sociocultural primaria de tipo sostenido, coherente y auto correctivo.
Cuando millones de familias van dejando de cumplir el rol de los modelamientos de las nuevas generaciones, el Estado se ve totalmente desbordado; ello, al no poder sustituir jamás al núcleo familiar.
Los esfuerzos del Estado en el campo preventivo y en la asistencia vital básica pueden llegar a ser tardíos e insuficientes; ello, salvo que apuntalen, a tiempo, a la familia: unidad grupal que por cientos de miles de millones de unidades singulariza y controla la continuidad cultural y la homeostasis o reequilibrio frente a las cambiantes condiciones extremas.
Es inútil atribuir las causas del delito y su sanción a la sociedad industrial o a la sociedad capitalista, porque en mayor o en menor medida, ni aquél ni la cárcel han podido ser eliminados, tampoco, en la Unión Soviética; allí, al fracaso de la persuasión debe suceder el castigo de inmediato e inexorablemente rápido y seguro.
Claro que los americanos y los rusos no ignoran que el refuerzo negativo se hace eficiente por su seguridad e inmediatez y no por su gravedad, así como lo afirma la tesis conductista.
La cárcel obedece a la necesidad de disciplinar al proletariado en la moderna sociedad industrial; sin duda, como esta institución no ha desaparecido en la sociedad de los proletarios, aquélla es sólo una racionalización ideológico política, que ignora que la criminalidad nace con el hombre; ello ante la imposibilidad de socializarlo mecánicamente como a un autómata. Las más severas penas fueron históricamente su inevitable consecuencia y en todos los casos existió, o pudo invocarse, un propósito de defensa social y, a su vez, disciplinario y asegurativo de los diversos órdenes jurídicos instituidos.
Volviendo al tema central que nos ocupa, digamos que las cifras estadísticas prueban un mayor índice de criminalidad entre hijos de divorciados, separados y huérfanos; pero las razones se hallan en las condiciones en que tiene lugar, en estos casos, el aprendizaje sustituto.
Las sociopatías más significativas, desde el punto de vista del desarrollo infantil, son las que tienen relación con la estructura familiar, especialmente con los denominados hogares destruidos.
Pobreza y vivienda
Otros estudios demuestran inequívocamente que la pobreza y la vivienda precaria o su carencia se correlacionan con un mayor índice de criminalidad, todo lo cual es obvio y obedece a las mismas leyes ya comentadas.
Las consecuencias de la pobreza, atemperadas en los EE.UU. y en otros países avanzados por vía de la acción del Estado, son verdaderamente desastrosas en los países con menores recursos; ello ha ido llevando a familias enteras a la desnutrición, a la enfermedad física y mental y a una marginación inevitable.
En los EE.UU. existen regiones completas, como las de los apaches, hundidas en la penuria económica; en Sudamérica y en general en muchas áreas del tercer mundo, países enteros se ven sumergidos en condiciones de vida subhumana.
Algunos autores, desde una posición crítico marxista, suponen que la parte dominante de la sociedad consolida muchas carreras criminales de sus marginados. Este sistema carcelario es básicamente un instrumento esencial para la creación de la población criminal reclutada casi exclusivamente en las filas del proletariado y separada de la sociedad.
Las situaciones de pobreza por crisis internacionales suelen vincularse con los períodos de guerra y postguerra.
Crisis socioeconómicas, guerra y postguerra
En términos generales, y por simple aplicación de las leyes de evolución, adaptación y crisis, puede afirmarse que en los intentos homeostáticos poblacionales frente a los grandes cambios socioeconómicos y sociopolíticos las tendencias de reequilibrio se ven superadas vertiginosa e imprevisiblemente. Las bruscas desviaciones en las cifras de la criminalidad se enlazan con cambios repentinos y graves de la marcha normal de la vida colectiva de un pueblo, tal como ocurre mediante los períodos de guerra y postguerra.
Durante la primera guerra mundial, y ya en 1915, solo el número de hurtos cometidos por menores se habría elevado en un 30%
En 1918, con la revolución, Alemania se hallaba frente a la guerra civil, el caos y la inflación; una gigantesca ola de criminalidad irrumpió entonces, hasta reducirse luego coincidentemente con la época de normalización económica financiera.
Los crímenes durante la guerra son diversos en las poblaciones civiles afectadas y entre los soldados.
En primer término, la guerra aviva, de por sí, gran parte de los impulsos agresivos reprimidos entre combatientes. Pero es en la situación de pánico de la derrota donde la desintegración del espíritu de grupo produce un abandono del grupo y un retorno aislacionista o individualista.
En tales casos suelen dirigirse estos impulsos agresivos contra sus antiguos asociados y contra los destronados líderes. La situación de pánico, en soldados pertenecientes a un ejército que ha fracasado en el campo de batalla, debe ser considerada como una neurosis de guerra transitoria, la cual afecta incluso a individuos predominantemente normales. Científicos basados en experiencias propias, resaltan el hecho de que las psiconeurosis bélicas suelen ser capitalizadas por la perversión.
La violencia suele manifestarse tanto durante la lucha como en las instancias de ocupación de las poblaciones civiles. Por otra parte, la distribución de la criminalidad se modifica sustancialmente durante las guerras; en efecto, durante los conflictos armados los hombres y los adolescentes son los que primero se movilizan y los puestos de trabajo en la población civil se sustituyen por mujeres y niños, en quienes recaen las mayores probabilidades criminógenas situacionales. Los períodos de postguerra presentan la mayor variabilidad criminal; todo favorece esta tendencia: la pérdida de valores morales; los efectos de la ocupación; las transformaciones en la conducta psicosocial de los ex combatientes; la miseria económica; la fuerza psicológica frustrante de la derrota; la necesidad de vivienda; la falta de combustible, etc. Las necesidades, son un poderoso estímulo para la resolución criminal de los conflictos familiares y personales.
En Alemania, poco después de haber concluido la guerra, la delincuencia, lejos de decrecer, aumento. Y se le puede atribuir este fenómeno a las crisis socioeconómicas, como factores de privaciones materiales, una incidencia mayor o menor en la criminalidad propia de la guerra, de la postguerra y de los períodos revolucionarios, etc.
Lo rescatable, en punto a las eventuales investigaciones futuras, lo más correcto, aunque no riguroso control de las variables intervinientes, es la hipótesis de que cada fenómeno económico y socialmente critico ofrece un tipo propio o particular de reacción criminógena; éste se corresponde con cada complejo integral de esas variables independientes, así como con el estado impulsivo motivacional y las reservas homeostáticas previos de cada población en particular; al menos, ideal y racionalmente y sin perjuicio de las variaciones propias de la interacción dinámica.
En realidad, salvo en los supuestos de caos moral y derrumbamiento de los valores sociales centrales, pensamos que las llamadas emergencias económico comunitarias pueden acentuar un tipo de delitos, tales como los saqueos, violaciones, defraudaciones, homicidios con fines políticos, torturas o apremios ilegales, etc. O un tipo de autores, así como por ejemplo, mujeres, niños, soldados, grupos revolucionarios civiles, especuladores fraudulentos, etc. Pero ello no significa, necesariamente, un auge de la delincuencia general.
Debe tenerse en cuenta que ciertas emergencias, al tiempo que ven incrementar algunos actos de pillaje, pueden también reflotar la solidaridad.
Este campo de macro variables sociopolíticas complejas de cualquier modo, no es aún su

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