miércoles, 10 de febrero de 2010

DIETA Y AGRESIVIDAD

DIETA Y AGRESIVIDAD.
Algunos investigadores han estudiado la influencia que puede tener la alimentación en la conducta en general y sobre la conducta delictiva o agresiva, en particular (Glick, 1995). Estos investigadores han sido tanto criminólogos como dietistas. Se ha encontrado que existe una especial influencia de algunos alimentos sobre la conducta, que se puede manifestar en forma de desórdenes conductuales o de reacciones alérgicas que pueden dar lugar a desórdenes conductuales. Tal es el caso del pan de trigo, los huevos, la leche, el pescado, ciertos tipos de carne, el maíz, el cacao, el azúcar, los colorantes y conservantes, algunos componentes del queso y del vino, algunos componentes del chocolate (la feniletilamina) y algunos componentes de la cafeína. Todos ellos pueden tener un efecto sobre la conducta, de manera que dietas ricas en estos productos pueden favorecer un aumento de la agresividad.

Existen varias hipótesis para explicar la relación entre estos componentes y la conducta agresiva (Curran y Renzetti, 1994). Una de ellas es que algunos de estos productos como los huevos, el pescado, o ciertos tipos de carne, contienen algunos aminoácidos necesarios para la producción biológica de tres tipos de neurotransmisores nerviosos –la serotonima, la dopamina y la noradrenalina- que participan en la inhibición de los comportamiento agresivos. Por tanto, la carencia de estos productos alimenticios podría facilitar indirectamente una menor producción de las sustancias inhibidoras y, consecuentemente, una mayor agresividad. Una segunda hipótesis ha relacionado el consumo de carbohidratos refinados (que se hallan en las comidas y bebidas azucaradas) con la hipoglucemia, entre cuyos síntomas se encuentran el nerviosismo, la depresión y las conductas destructivas (Adler, Mueller y Laufer, 1995; 98 y; 99). Por último, se ha argumentado la posible relación que existe entre el consumo de ciertos productos como los colorantes y los aditivos, los carbohidratos refinados (que pueden contener sustancias tóxicas como plomo o cadmio), la cafeína y feniletilamina (que se halla en el chocolate), o ciertas deficiencias vitamínicas, con la generación de procesos alérgicos que pueden resultar en comportamientos de hiperactividad, hostilidad y agresividad.

Schoenthaler y Doraz (1983) desarrollaron un programa dietético con 276 delincuentes juveniles institucionalizados destinado a reducir su agresividad. En concreto se analizó la relación existente entre el consumo de azúcar y la conducta agresiva dentro de la institución. Como intervención se reemplazaron las bebidas con una alta concentración en sacarosa y aditivos por zumos de frutas naturales –que son bebidas sin esa concentración, y los cereales altos en azúcar fueron también sustituidos en la diete habitual de los jóvenes por cereales bajos en azúcar. Asimismo se reemplazó el azúcar de mesa 8para edulcorar el café y otras bebidas o alimentos) por miel. Como principal resultado, durante una evaluación de un año, se observó una sustancial reducción de un 45% en las acciones disciplinarias de los jóvenes, como robos, peleas y agresiones. Posteriormente, Shoenthaler (1983) extendió el mismo programa a nueva instituciones juveniles de diversos estados norteamericanos, abarcando a 5,000 delincuentes, con semejantes efectos: se produjeron reducciones de los problemas disciplinarios entre un 21% y un 54%, simultáneas al cambio de dietas.
Ha habido otros investigadores (Mawon y Jacobs, citados por Glick, 1995) que, a partir de un análisis transcultural de las cifras de criminalidad, han afirmado que aquellos países que tienen dietas ricas en maíz –como son EE.UU. Canadá y los países de Latinoamérica- que son dietas deficientes en algunos importantes aminoácidos, tienen tasas de homicidio más elevadas que los países con dietas ricas en trigo o arroz (países mediterráneos y orientales), más abundantes en esos mismos aminoácidos.

También se han efectuado estudios sobre la influencia conductual de diversos tipos de vitaminas que han llevado a la conclusión que una insuficiencia de las vitaminas del tipo B –concretamente la B3 y la B6- se asocia con conducta antisocial (Glick, 1995).

Todas estas investigaciones, sin embargo, no ofrecen resultados concluyentes. Existen todavía muy pocos estudios que hayan analizado la relación entre dieta y agresividad, y éste puede ser considerado más bien un campo de estudio apenas iniciado. Además, es evidente que lo que verdaderamente se analiza en estas investigaciones es la relación entre tendencias agresivas y violentas y alimentación, pero no su relación directa con el comportamiento delictivo. Así, en instituciones de jóvenes, se ha apreciado que a partir de una alimentación diferente la conducta violenta dentro de la institución variaba, pero ello no permite afirmar lo mismo en relación con la conducta delictiva en libertad. Otra crítica que se ha hecho a estos estudios es que todos los programas basados en intervenciones dietéticas tienen medidas estadísticas muy pobres. No informan de otros factores que podrían estar vinculados al proceso de intervención dietética. Quizá el resultado de un menor número de incidentes se deba a que ha cambiado el director de la cárcel u otros factores sociales y organizativos vinculados y no al hecho de haber variado la dieta alimenticia. Sin embargo, ni esos ni otros detalles que no tienen que ver con la alimentación suelen ser consignados en los informes de investigación.

CORRELATOS PSICOFISIOLÓGICOS
Las variables psicofisiológicas son índices cuantificables del funcionamiento del sistema nervioso, e incluyen aspectos como la tasa cardíaca, la presión sanguínea, la conductancia de la piel a los estímulos eléctricos (también llamada respuesta psicogalvánica), las ondas cerebrales y los niveles de atención y de activación del sistema nervioso. Estas medidas reflejan directamente los estados emocionales.
La revisión de Fischbein (1996 34-35) indica que los estudios han hallado repetidamente la existencia de una evidencia psicofisiológica denotadota de una perturbación en el funcionamiento del sistema nervioso central, la cual puede relacionarse con la conducta antisocial. Una parte de la investigación se ha centrado en el análisis diferencial de los psicópatas. Los psicópatas –caracterizados según los trabajos clásicos de Ckeckley (1976), por ser poco emocionales, impulsivos, irresponsables y buscadores de sensaciones – han mostrado repetidamente que tienen unos bajos niveles de ansiedad cuando son sometidos a eventos estresantes (Revisión en Garrido, 1984 y la obra fundamental de Hare y Schalling, 1978). En particular, los psicópatas difieren de los sujetos control (no psicópatas) en los siguientes parámetros fisiológicos:
a) Diferencias en el electroencefalograma (EEG);
b) Desajustes cognitivos y neuropsicológicos y;
c) Respuestas electrotérmicas, cardiovasculares y otras;
Por lo que respecta al análisis del EEG, los psicópatas manifiestan una mayor actividad de ondas cerebrales lentas, lo que puede estar relacionado con una serie de perturbaciones cognitivas, quizás un retraso madurativo en el funcionamiento cerebral, especialmente en aquellos sujetos cuya mayor actividad de ondas lentas coexiste con grandes dificultades para aprender de la experiencia.

Esta peculiaridad en el ritmo de la estimulación cerebral evaluada por el EEG es consistente con los hallazgos que revelan que los psicópatas también manifiestan un sistema nervioso autónomo (SNA) menos estimulado que los no psicópatas, tal y como se mide por indicadores como la respuesta psicogalvánica y la presión arterial. En efecto, cuando el SNA tiene un bajo nivel de activación, aumenta la necesidad de recibir estimulación del exterior, lo que provoca el típico patrón de conducta de “búsqueda de sensaciones” concretado en actos de riesgo, de aventura y de excitación, entre los que se halla el delito y el consumo de drogas. Esta condición se presenta en muchos niños diagnosticados de hiperactivos, lo que explica el que muchos psicópatas hayan sido diagnosticados de esta forma en su niñez. (Wilson y Herrnstein, 1985)

El asunto se complica todavía más para los psicópatas, porque ese bajo nivel de activación del Sistema nervioso autónomo, provoca ansiedad, y si un sujeto ha experimentado una o varias veces un determinado castigo por haber realizado una transgresión, la activación condicionada del SNA tenderá a avisarle de que no debe de volver a realizarlo. Pero si los psicópatas tienen niveles bajos de activación del SNA, se desprende de esto que condicionarán mal, y en su toma de decisiones los beneficios derivados del delito serán superiores a los costos (es decir, la ansiedad derivada por la aprehensión).

SOCIOBIOLOGÍA Y AGRESIÓN
Sociobiología es un término acuñado por Edward O. Wilson en un libro homónimo publicado originariamente en 1975, y en su edición castellana en 1980. en él compendia un conjunto amplísimo de investigaciones, realizadas durante décadas, que analizan la relación existente en diversas especies animales y también en el hombre entre Biología y conducta social, con especial atención al comportamiento agresivo. Wilson (1980) define la sociobiología como el estudio de los fundamentos biológicos de la conducta social. Al poner en relación unas especies con otras se constata que muchos comportamientos presentan una cierta continuidad a lo largo de las distintas especies. El hombre ha evolucionado a partir de especies inferiores, de modo que su comportamiento también está claramente influido por su biología
Comúnmente, la agresión suele concebirse como la merma de derechos que unos individuos producen a otros al obligarlos a renunciar a aquello que poseen, ya sea mediante actos físicos o a través de la amenaza. Wilson matiza esta concepción, afirmando (Honrad Lorenz) que lo que llamamos agresión no es una conducta única, sino una serie de conductas muy diversas que tienen funciones distintas. En base a estas diversas funciones, Wilson analiza cuáles son las principales formas de agresión que aparecen en la naturaleza y las clasifica en seis tipos (Alcázar, Córcoles y Gómez Jarabe, 1997):
1. Existe un tipo de agresión que se puede denominar territorial y que consiste en que unos animales agraden a otros, que muchas veces son depredadores porque pretenden alejarlos del territorio que ellos ocupan.
2. Otro tipo de agresión es la de dominación mediante la cual los animales intentan excluir a otros animales de la misma especie de los objetos deseados, exigiendo su propia prioridad sobre dichos objetos.
3. Una forma de agresión diferente es la sexual en la cual los machos de distintas especies amenazan o atacan a las hembras ya sea para aparearse con ellas o para mantenerlas en alianza sexual duradera 8es decir, para evitar que se apareen con otros machos.
4. La agresión disciplinaria de los padres se da en todas las especies, especialmente en las más desarrolladas, y consiste en formas suaves de comportamiento agresivos que emiten los progenitores con las finalidades de mantener próxima a la prole, moverla de un sitio a otro cuando hay peligro o evitar la lucha entre los cachorros. Aunque en apariencia se trata de conductas agresivas, desde el punto de vista biológico estos comportamientos mejoran la eficacia de la especie ya que permiten que sobrevivan más individuos, al evitar que se expongan a ciertos riesgos y que se dañen unos a otros. Cumplen, por tanto, una función adaptativa para la especie.
5. La agresión moralizadora expropia de las especies superiores y naturalmente del hombre. Puede observarse también en los primates y en otrs especies más evolucionadas. Incluye aquellas formas avanzadas de altruismo donde lo que se producen son sanciones morales, como por ejemplo la exclusión del grupo de aquellos individuos que se comportan violentamente o no colaboran en la preservación del grupo. Estas conductas agresivas refuerzan la conformidad de los individuos.
6. Y por último, están las agresiones de los depredadores de otras especies y las agresiones antidepredatorias. Estas conductas agresivas observadas en los animales presentan un menor interés criminológico ya que, como es obvio, su finalidad es la supervivencia y guardan poca relación con la criminalidad humana.

La agresión a diferencia de otros mecanismos biológicos –como, por ejemplo, los latidos del corazón o la respiración-, no tiene un carácter continuo. Se trata más bien de una predisposición genética preparada para desencadenarse cuando sea necesaria. En los seres vivos existe una dimensión agresiva, que se manifiesta en forma de comportamiento agresivo si reproduce una estimulación precipitadota.-

Según la investigación sociobiológica, las situaciones que con mayor frecuencia precipitan la agresión en todas las especies son las siguientes:
a- Los encuentros fuera del grupo: la presencia de un extraño puede ser un desencadenante de agresión en la mayoría de las especies, incluido el hombre.
b- El alimento. La falta de alimento, e incluso a veces su abundancia. Por ejemplo, si está amontonado y es susceptible de ser defendido. Puede provocar agresiones. Si un animal de cualquier especie encuentra alimento que él necesita y este alimento se halla amontonado (no disperso), lo que facilita que pueda cogerlo para él, se lo apropiará, y si alguien intenta quitárselo es muy probable que lo agreda. Un patrón de comportamiento semejante se produce también en los seres humanos, en algunas conductas de robo y otros comportamientos acumulativos.
c- La aglomeración. Cuando los animales se mueven con proximidad entre ellos, aumentado su densidad y masificación, la agresión crece de manera exponencial. Incluso, a igual densidad poblacional pero unida a una reducción del espacio total por el que pueden desplazarse los animales, aumentan las conductas agresivas. Esta constatación tiene evidentes implicaciones para la Criminología. Un ejemplo de ello puede hallarse en el aumento de violencia producido en una institución cerrada, en las que se opera una drástica reducción del espacio vital de los individuos.
De igual forma deberá de tenerse presente los desplazamientos de los millones de animales en el África Central, en búsqueda de nuevas pasturas mucho más frescas y los cuales están sujetas al ciclo invernal y la búsqueda de las lluvias de la época húmeda del lugar. Cuando las manadas de animales migratorias se acercan a las riveras de los ríos que dividen los territorios, y tienen la necesidad de desplazarse a los pastizales más frescos y recién crecidos, se puede apreciar el cambio de comportamiento de los animales, tanto de aquellos que esperan las migraciones como oportunidad de caza, como todos aquellos que tienen que atravesar las márgenes del río.
Los lugares de paso se escasean y todos tratan de pasar por uno o dos puntos donde es posible hacerlo. Lo cual produce una concentración de animales en pocos puntos del río. La concentración de individuos en unos cuantos puntos, provoca una serie de incidentes que son aprovechados por los depredadores de éstos, e igualmente se producen una serie de incidentes donde los más débiles no llegan a sobrevivir a la travesía.

d- El cambio estacional. Las estaciones hacen que se precipiten los ciclos biológicos de los animales, como por ejemplo las épocas de celo. Estos cambios pueden detonar también ciertas formas de agresión.

La sociobiología sugiere que podemos mejorar nuestra comprensión del comportamiento humano a partir del estudio de la conducta de los animales, de cuyo reino también nosotros formamos parte. Se podrá encontrar sugerentes paralelismos entre algunas de las formas de agresión animal a las se ha referido el párrafo: Territorial, de dominación, sexual y disciplinaria y, ciertos comportamientos delictivos humanos, entre los que se incluyen las agresiones defensivas, el homicidio, la violación y el maltrato infantil. De igual manera, como acontece entre los animales, existen algunas situaciones que hacen más probable la presión humana, entre las que se hallan el encuentro con desconocidos, la presencia de bienes atractivos y la densidad poblacional. Aunque el análisis filogenético del comportamiento agresivo constituye una línea de investigación todavía reciente, se esta convencido de que los conocimientos sociobiológicos serán de gran ayuda para el estudio criminológico en el futuro.
LA AGRESIÓN HUMANA

Muchas teorías criminológicas parten del supuesto de que la agresión humana constituye una conducta no adaptativa o contraria a la naturaleza. Wilson (1980) afirma el autor que, desde una perspectiva biológica el comportamiento agresivo es adaptativo: “Cuesta creer que cualquier característica tan extendida y fácilmente invocada en una especie como el comportamiento agresivo lo es en el hombre, pueda ser neutra o negativa en cuanto a sus efectos sobre la supervivencia del individuo y sobre la reproducción, que son los dos principales motores de adaptación de las especies.
Biológicamente son erróneas, según Wilson, las dos perspectivas opuestas que contemplan la agresividad humana en un sentido extremo. Una de ellas atribuiría a la agresión humana un cariz sanguinario, cuya máxima expresión serían las tendencias del hombre a matar a sus semejantes. La perspectiva contraria plantearía la agresividad humana solamente como la expresión de una neurosis o como una respuesta no adaptativa propiciada por circunstancias anormales. Wilson descarta ambos extremos: Los humanos no son seres sanguinarios pero manifiestan conductas agresivas que van más allá de las neurosis obsesivas. Él entiende que la agresividad es un comportamiento adaptativo, programado para aumentar la supervivencia y la reproducción de los individuos en situaciones de tensión. En condiciones ambientales adversas la agresividad permite, por un lado, la supervivencia del individuo y, por otro, la continuación de la especie.

Ahora bien, las respuestas agresivas varían según los momentos y las situaciones. En todas las especies lo que heredan los individuos es una tendencia o una secuencia completa de respuestas: la capacidad de responder a la tensión mediante agresión. Sin embargo, las respuestas agresivas específicas, como por ejemplo la delincuencia, no se heredan. Lo que se transmite es una dimensión de pautas agresivas, de reacción ante los problemas, que es lo que ha sido seleccionado por la evolución. Que estas pautas se precipiten en mayor o menor grado y que algunos comportamientos agresivos de humanos acaben siendo delitos no es algo hereditario, sino un producto de la interacción entre el individuo y un contexto concreto.
Aunque desde la perspectiva humana la agresión comporta infelicidad para las víctimas y, en muchos casos, para los propios agresores, según Wilson “la lección para el hombre es que la felicidad personal tiene muy poco que hacer en todo esto. Es posible ser muy desdichado y muy adaptativo”.

Uno de los factores que precipita la agresión es la aglomeración. La existencia de un gran número de individuos en el mismo espacio es un desencadenante de conductas agresivas. Esta constatación sociobiológica coincide plenamente con la observación de la escuela de Chicago acerca de la génesis de la agresión en las ciudades, en donde se produce una alta densidad de personas. Wilson mantiene que un modo de disminuir la agresión en la especie humana sería diseñar densidades geográficas y ambientes sociales menos aglomerados. Sin embargo, las modernas sociedades evolucionan al revés de lo que, de acuerdo con la investigación, sería más conveniente en términos criminológicos.

En síntesis, de acuerdo con la investigación sociobiológica el comportamiento agresivo no es una regla universal de conducta ni en los humanos ni en el resto de las especies animales. Se trataría más bien de una característica universal y heredada que prepara a los individuos para afrontar determinadas situaciones y que, en los humanos, requiere de un detonante externo para precipitarse en forma de comportamiento delictivo. A la luz del conocimiento psicobiológico actual puede concluirse lo siguiente:
a) La agresión juega, en general, un papel adaptativo del individuo y de la especie.
b) Es indudable la participación genética como factor pre-disposicional para la mayor o menor agresividad.
c) Las tendencias agresivas tienen un importante sustrato psicobiológico, en cuya regulación intervienen zonas subcorticales y corticales del cerebro.
d) La actividad endocrina y neurotransmisora tiene una función moduladora de las respuestas agresivas.
e) Debe concluirse que todos estos sustratos psicobiológicos operan en interacción con el medio social del individuo, que acaba siendo el auténtico desencadenante de las manifestaciones agresivas concretas.

LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA
El “asesinato” en los animales y en el hombre (Wilson, 1980, Sociobiología Pág. 256)
Las pruebas relativas al asesinato y canibalismo en mamíferos y otros vertebrados se han acumulado en la actualidad hasta tal punto, que debemos invertir por completo las conclusiones avanzadas por Honrad Lorenz en su libro Sobre la Agresión, lo que han empezado a consolidar famosos escritores como parte de la sabiduría convencional. Lorenz escribió: “Aunque ocasionalmente en las peleas territoriales o de antagonismo, por azar un cuerno puede penetrar en un ojo o un diente en una arteria, nunca hemos llegado a la conclusión de que el ánimo de la agresión fuera el exterminio de los conféneres en cuestión”. Por el contrario, el asesinato es mucho más común, y por tanto “normal”, en muchas más especies de vertebrados que en el hombre. Estoy impresionado por cómo semejante comportamiento se hace más aparente cuando el tiempo de observación dedicado a la especie rebasa el límite de las mil horas. Pero sólo un asesinato por mil horas y por observador sigue siendo un canon demasiado alto de violencia para las reglas humanas. De hecho, si algún biólogo marciano visitara la Tierra consideraría al hombre simplemente como una especie más durante un largo período de tiempo, y podría llegar a la conclusión de qu4e nos hallamos entre los mamíferos más pacíficos, midiendo la cuestión con unidades de asaltos graves o asesinatos, por individuo y por unidad de tiempo, incluso en el caso de que nuestras guerras episódicas fueran incluidas en el promedio. Si los visitantes debieran limitarse a las 2,900 horas de George Shaller, y a una población humana elegida al azar comparable en cuanto a tamaño a la de leones del Serengeti, tomando uno de los estudios de campo más exhaustivos publicados hasta la fecha, probablemente no vería nada más que alguna lucha por mero juego, casi totalmente limitada a los jóvenes, y algún intercambio verbal enojado entre dos o más adultos. Incidentalmente, otra apreciada noción de nuestra malignidad que empieza a desmenuzarse, es que sólo el hombre mata más presas de las que necesita para comer. Los leones del Serengeti al igual que las hienas descritas por Hans Kruuk, matan a veces desenfrenadamente en el caso de que sea conveniente para ellos el hacerlo así. Schaller llega a la siguiente conclusión: “Los sistemas de caza y muerte de los leones pudieran funcionar independientemente de su apetito”.
No existe una regla universal de conducta en cuanto a los comportamientos competitivos y depredadores, que no sea la existencia de un instinto universal agresivo, y por algún motivo. Las especies son totalmente oportunistas. Sus formas de conducta no se adaptan a ninguna restricción general innata, pero está guiadas, al igual que todos los demás rasgos biológicos, únicamente por lo que resulta ser ventajoso en el transcurso de un período de tiempo suficiente como para que haya evolución. Así pues, si para los individuos de una especie dada es temporalmente ventajoso el ser caníbales, existe al menos una posibilidad moderada de que la especie entera evolucione hacia el canibalismo.

La historia de la criminología positivista nos recuerda que hemos de realizar un esfuerzo permanente por mantener el rigor en las preguntas que formulamos y en las respuestas que pretendemos encontrar. Las medidas para paliar la delincuencia deben basarse en el respeto a los hechos y en las necesidades de los hombres y de las mujeres en una cultura dada.
Las explicaciones simplistas suelen ser poco fiables, lo que no impide que intentemos, en la medida de lo posible, alcanzar un alto grado de parsimonía. Por ejemplo, está demostrado que hay un potencial agresivo innato en el ser humano, especialmente en el varón; no hay nada malo en reconocer que una de nuestras metas preferentes ha de ser canalizar esa energía hacia fines prosociales. La biología nos ayuda a comprender mejor cómo funciona una parte de este complejo proceso de agresión con el que nacemos y al que vamos orientando a través de nuestra cultura.
La investigación apoya la idea de que una parte de la predisposición a cometer delitos es heredada. Pero esto sólo es una acicate para exigir mayores esfuerzos preventivos en personas que provienen de unos ambientes donde la herencia y (usualmente) el medio contenía dosis de violencia relevantes. Del mismo modo que ciertas personas sobre las que pesa un riesgo de desarrollar una patología han de ser sometidos a cuidados preventivos. Esta prevención, en delincuencia, no es una cuestión de “vigilar por sí acaso”, sino de “educar más y mejor por si acaso”.

En diferentes centros de reclusión penitenciaria en América Latina, se ha tomado la modalidad de bañar las verduras y la carne previamente al cocimiento de los alimentos de los internos, con una cantidad considerable de Yodo. Se aplica, principalmente en todos aquellos que llevan un cocimiento a base de fuego. Se pretende con ello disminuir el apetito sexual de los propios internos. Supuestamente ha sido lo suficientemente efectiva la aplicación de yodo en los alimentos, con lo cual han logrado evitar que se produzcan las constantes violaciones entre ellos .-

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